Eucharistos: Acción de Gracias
Di gracias en enero, cuando las temperaturas bajo cero de la tormenta de hielo de alguna manera no hicieron que las tuberías de mi casa explotaran, a pesar de perder la calefacción por 24 horas.
Di gracias en enero, cuando las temperaturas bajo cero de la tormenta de hielo de alguna manera no hicieron que las tuberías de mi casa explotaran, a pesar de perder la calefacción por 24 horas.
Di gracias en julio y agosto, mientras nuestro sistema de aire acondicionado continuó trabajando a pesar de semanas de temperaturas récord de más de 105 grados.
Doy gracias este noviembre con todos los estadounidenses por las bendiciones que nuestro país disfruta: paz, prosperidad y caminos para la búsqueda de la felicidad.
Pero como Católico, un tipo distinto de gracias llenan mi corazón:
- Doy gracias por el don de la Eucaristía –palabra que significa “acción de gracias” – por medio de la cual soy fortalecido en mi viaje a través de esta vida y guiado hacia la gloria de la próxima.
- Doy gracias por mi fe, cuando leo, “Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes…” (Lc 22:19) Me arrodillo ante el misterio de la presencia real de Jesús en la Eucaristía.
- Doy gracias por nuestra iglesia que nutre vocaciones y ordena sacerdotes para que celebren Misa, haciendo posible nuestra recepción del cuerpo y la sangre de Jesús.
- Doy gracias a nuestros obispos, que nos dan un Avivamiento Eucarístico para que descubramos de nuevo la belleza y majestuosidad y el misterio de Jesús realmente presente en cada Misa (“Yo estaré con ustedes, hasta el fin del mundo…” Mt 28:20)
Estoy agradecido de que Jesús, por medio de su gracia, no solo se hace presente para nosotros en la Misa, sino que anhela una comunión con nosotros (Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer…” Lc 22:15). Él busca un encuentro cercano con nosotros de manera que consumiendo su cuerpo y su sangre podamos compartir una parte en su divinidad.
Al recibir la Eucaristía, nos convertimos en lo que comemos, pequeños Cristos (la palabra Cristiano), empoderados – y enviados, al final de la Misa – para ir y traer a otros a la Comunión en la que nos hemos convertido.
Jesús vino a proclamar la Buena Nueva de un Dios amoroso, misericordioso que busca que vivamos en una relación amorosa con Él y entre nosotros, a través de las gracias que recibimos de los sacramentos, la Escritura y la oración.
Como Católicos, demos gracias, para que cuando vengamos a Misa a ofrecer al Señor nuestra rendición, nuestro culto divino, nuestra alabanza y nuestras gracias, nos vayamos, en realidad, con más de lo que ofrecemos. Salgamos con Jesús en la Eucaristía, en nosotros, vivo, resucitado, entusiasta de ver al mundo en llamas (Lc 12:49) con el amor de Dios.
También nos vamos de Misa reafirmados en nuestro llamado bautismal de continuar la misión de Jesús de tocar los corazones de otros con su presencia, paz, misericordia y amor. De esta manera, nuestras vidas se expanden más allá de cualquier cosa que pudiéramos planear o lograr. Ningún grado educativo o experiencia vital puede prepararnos para esta maravillosa misión. Solo la Eucaristía puede avivarnos para ello.
Por esta nueva vida en Cristo recibida a través de la Eucaristía, mi corazón está lleno de gratitud, y doy gracias.
El Diácono Dan Lupo sirve en St. Thomas More Parish en Austin. Es un Director Espiritual Diocesano, un Ministro de Oración de Sanación, y un líder de retiros. Contáctelo escribiéndole a deacondanlupo@yahoo.com.