| Por el Diácono Barry Ryan | Columnista Invitado

Los diáconos sirven con la palabra, en la liturgia y en la caridad

Durante la ordenación al diaconado, inmediatamente después de que a un hombre el obispo le ha impuesto las manos, y ha sido investido con la estola y la dalmática, este se arrodilla ante el obispo, quien pone el Libro de los Evangelios en sus manos. El obispo entonces ordena, “Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero: convierte en fe viva lo que lees y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado”.

Igualmente importante que los votos que el diácono recién ordenado ha profesado, esta directiva ofrecida por el obispo resume el ministerio triple del diaconado. Como diácono, el hombre es separado, u ordenado sagradamente, para salir y servir en palabra, liturgia y caridad. El diácono sirve en totalidad cuando cada aspecto de este ministerio triple es integrado en lo que cree y enseña.

Esencialmente, el diácono es un hombre firmemente plantado y establecido en la fe. Como un hombre de buena reputación, lleno de sabiduría y del Espíritu Santo, él pone la fe en acción, respondiendo al amor de Dios en el amor de Dios. Por sus acciones de servicio, el diácono es reconocido como un discípulo de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir.

El llamado a servir del diácono se establece de esta manera como un acto singular de amor: el Misterio Pascual. Este amor, entendido como el acto salvífico de amor propio de Jesús que quiere la felicidad del otro por el otro, se transmite a través de la posterior entrega de sí mismo. El diácono es enviado desde los misterios del altar y se ofrece a sí mismo a la cultura del mundo viviendo entre los laicos. Personificado por su servicio en el altar del Señor, este encuentro diviniza al diácono, transfigurándolo e impulsándolo a amar con el amor de Dios en todas sus tareas diaconales: esposo, padre, hijo, hermano, amigo, compañero de trabajo y extraño.

Al concluir la Misa, el diácono despide a la gente para que “vaya y anuncie el Evangelio del Señor”. Como un miembro del clero viviendo con los laicos, él lidera a la gente de Dios a sus casas, vecindarios y lugares de trabajo. Formado por el Evangelio, él proclama el cuerpo de Cristo que recibe. El diácono se configura de manera única a Cristo y al poner en práctica actos de servicio, se convierte en modelo de Cristo como un siervo de todos.


La Diócesis de Austin aceptará aplicaciones para la Clase Diaconal de 2031 a partir del 1ero. de diciembre. La Oficina de Ministerio Diaconal ofrecerá sesiones informativas para aquellos hombres y sus esposas interesados en aprender más sobre el diaconado. Para más información y para registrarse a una de esas sesiones, visite www.austindiocese.org/information-sessions.


El Diácono Barry Ryan es director del Ministerio Diaconal en la Diócesis de Austin. Puede ser contactado en barry-ryan@austindiocese.org o llamando al (512) 949-2410.

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